Pensarán ustedes que en este impasse veraniego del blog, he
estado aletargada al sol, ¿Si? Pues no. Aún no ha llegado el turno de mis
vacaciones, (que deseando estoy de tenerlas). No he tenido tiempo de lo que se
dice prácticamente nada. Mis aporreos a las teclas del piano se han visto
mermados por la falta de tiempo y el del teclado que escribe, ni tocarlo de
lejos. Ha sido un mes de Agosto de una vorágine infernal. El poco tiempo libre
del que disponía, lo utilizaba para reponer fuerzas, las cuales a los pocos
días estaban más que perdidas.
Por fin ha llegado la calma a esta anémona, que se ha visto
tan azotada en estos días atrás. Ahora reluce como nunca en el fondo del mar y
eso me hace sentir que ha merecido la pena el esfuerzo dedicado.
Con tanto ajetreo, tampoco he tenido mucho tiempo de parar
y reparar en mí misma. Tras el desenfreno sobrevienen momentos intempestivos de
lágrimas que asoman sin saber qué hacen ahí, imagino que los sentimientos
también se han desbordado y necesitan su tiempo para volver a colocarse en su
lugar. El cuerpo es sabio y barrunta lo que se cuece a su alrededor, la testa
tarda más en procesarlo y, es en ese estadio del que ando saliendo de puntillas
y sin hacer mucho ruido.
Necesito navegar, remojarme hasta llegar al Punto Nemo y
calmar mis vísceras que andan más revueltas que el tiempo si cabe. Necesito
volver a bailar a tientas, a cantar en bajito y reír en alto, a emerger de mis
aguas y aprender a respirar de un modo distinto. En definitiva, a ser quién
soy.
Con un té y con la brújula señalando el Pacífico Sur.
Sean bienvenidos de nuevo y yo, bien-hallada.
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