Mayo pasó de
largo, que no en vano. Una de sus mañanas me trajo un dulce regalo. Reconozco
que ha sido un mes sin freno, con muchas tareas pendientes que, con esfuerzo he
ido rematando aunque, aún me quedan flecos sueltos que espero poder dejar bien
ataditos antes que empiece el verano.
Han vuelto por fin
los días largos y los anocheceres tardíos, cosa que me encanta hasta aburrir.
Estaría contemplando los atardeceres de Mayo-Junio sin cansarme jamás. Los
abrigos y los cuellos altos, se han escondido en los armarios. Confieso que me
entran ganas de echarles la llave y no volverlos a rescatar de su escondrijo,
por no hablar de las bufandas, gorros y demás engorros que deseo guardar para
siempre y, que por desgracia, nunca puedo cumplir.
Sin nada especial
que destacar, me siento especial sin más, afortunada, feliz, relajada…en fin,
en modo primavera diríase. Mientras en otras personas éstas fechas realizan
brotes de malalechina y depresión, en mí realizan el efecto contrario y, es
que, cuando el sol empieza a calentar mis aguas, soy más feliz que los finales
de los cuentos de Andersen.
Con mil proyectos en
la cabeza y té de querer-te
No hay comentarios:
Publicar un comentario