Se me ha disparado últimamente el sentimiento impenitente
que lleva adherido como resorte, una lengua descarada e
insolente.
Es tan sencillo como pulsar el botón rojo de “no pulsar”
para que, se dispare como un muelle y suelte lo que no
debe,
este fleje de pirata lenguaraz.
Yo, que de tanto
desarrollar el sentido del tacto, enredada entre arterias y venas, acabé siendo
capaz de, descifrar en braille las cicatrices de la memoria dérmica con
queloides incluidos, confieso que; Ahora me cuesta un universo acostumbrarme al
tacto de una piel no conocida. Me desconozco por completo cada día más. Eso sí,
reconozco que, estoy vacunada y completita de anticuerpos a la estupidez, los
retorcimientos cornupetados y la mala hostia. Que, ante la presencia de
cualquier cepa que se preste a tentar al sistema inmunológico de mis escamas,
se dispara sin pedirlo, un corazón pirata y filibustero y, una lengua
desmedida. Y, he de reconocer que, la combinación de ambas cosas es algo que me
encanta y que me hace acabar riendo a carcajadas de mí misma.
¿Acaso hay algo
mejor que eso?.
Con té y con risas en la lengua.
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