miércoles, 25 de febrero de 2015

Sólo sé que no sé nada







"No comment"










He soñado ,( y no sin querer ni por la providencia) , que al abrir el yogurt del cuento, miraba la tapa, y estaba rozando la fecha de caducidad. Abrumada y sin saber, una vez abierta la caja de sorpresas, he pensado(soñado) si volverla a cerrar con mucho cuidadito, intentando volver a pegar los bordes como si nadie lo hubiese tocado o, si conocedora de la venidera postrimería del postre en cuestión, debería tirar de la tapa sin miramientos, comerme el contenido del frasco cual Alicia en el Pais de los Desencantos,  y esperar a ver si crezco, menguo o desaparezco de la escena del crimen y aparezco en un nuevo cuento.

Siempre he preferido arrepentirme de las cosas que hago, más de las que no hago. Así que me he decantado por la segunda opción. Me he quedado sentada en el mar de cuadros y he tirado de la tapa hasta arrancarla.  He perdido el peluche de pelo blanco que me guiaba al revés, el reloj que se paraba cuando quería y los arrumacos de la rana. Obviamente el cuento tiene pinta de ser un galimatías más que otra cosa.

Con este desorden abstracto, me he despertado, con ansías irracionales de pintar “el cuadro no terminado” y pegar un patadón al aire.  El té de hoy está más frío que la hostia y la lengua anuncia su lenguaraz insolencia. Al igual que en el sueño, no entiendo qué coño ha pasado de repente y al mismo tiempo, lo veo todo claro y cristalino. No sé si me he comido el cuento o si el cuento me ha comido a mí. Lo que sí sé, es que hoy ya no es como cualquier hoy de antes, ni será como cualquier hoy de después. Hoy es el día que no me puse las gafas con las que ayer tuve el desagrado de contemplar lo que nunca quise haber visto.



Desayunando arcadas sentimentales desde el mar.

viernes, 20 de febrero de 2015

Ana de los mares (Tejas) Verdes



“Una blancura que fría se estremece.
Una brisa suave y quejumbrosa, recorre esa ola que se mece.
Y, a Camelot desciende temblorosa.
Cuatro murallas grises, cuatro estandartes,
cuatro torres que esculpen el cielo el desgarrado llanto de las flores,
y, susurra la Dama de Shalott mientras sus recuerdos teje,
en un paño de alegre color.
Ella teje de noche y de día un mágico paño de alegre color,
mientras escucha una voz que le susurra que sobre ella caerá una maldición  si mira hacia Camelot

     Ella ignora esa voz maldita y sigue tejiendo sin cesar,
        aunque agoniza de dolor, la Dama de Shalott.”

                                                                                                                       Alfred Tennyson




Sueño mientras camino entre los árboles. Canto en voz alta cuando nadie me ve y bailo entre penumbras, ahora a solas, antes a los ojos de mi niño de pelo blanco. También soy Ann pero sin “e”, también soy huérfana y también sufrí el castigo del color anaranjado en mi pelo. No vivo en “Tejas Verdes” pero esta zona del mar se parece mucho.  Durante el invierno el mar se torna de ese color verdoso, se podría decir que es casi idéntico a Green Gables.

Que no falte nunca la fantasía ni los sueños, el cante desafinado y el baile a tientas en mi mar. Que su cubierta que abriga mi cuerpo, siga siendo verde en invierno y prusia en verano, como si de tejas en el cielo se tratara. Que, aunque mi nombre no se escriba terminado en “e” y mi pelo no sea de un negro inmaculado, siga siendo “Ana de los mares verdes”.

Que los Dioses que me asisten, conserven mi salud para estos deleites.
Mañana de nuevo, volveré a la fría realidad, hoy, toca soñar bajo estas verdes tejas…


martes, 17 de febrero de 2015

Leucocitosis ondínica





Estoy cansado de flotar así,
estoy cansado de pensar las mismas cosas,
estoy cansado de beber el mismo ron
y ya no quiero estar cansado.

Y no quiero estar cansado más,
ya no voy a respirar,
yo me quedo aquí debajo,
y ahora voy a descansar,
me gusta más este lugar.









Y cuando más esperaba la calma, se presentó sin avisar. La bajada de defensas comenzó a instaurarse en mí a la par que los leucocitos acampaban a sus anchas a lo largo del torrente sanguíneo. Los grados Celsius anunciaban una subida superior a tres grados la temperatura habitual de las escamas y, las tiritonas, cefaleas y todas las algias posibles hacían acto de presencia a la hora de comer.

            El reposo, la placidez y el relajamiento, fueron de las mejores medicinas, (eso sí, acompañadas de las pildoritas enlatadas),  para poder mitigar el malestar que produjeron todos aquellos “no” invitados al banquete.

             Tras dos semanas de religiosas pautas,  me siento no rara sino diferente. Me faltan fuerzas en las agallas. Girar la aleta me produce un malestar que incita a la nausea. Me pincha  la espalda cada una de las espinas de la columna, tanto erguida como tumbada.  La lentitud convive ahora conmigo, más parezco un pez tortuga que un pez ondina. 



Como siempre, el tiempo lo cura todo, o eso dicen, así que, a esperar toca.  Mientras tanto oteo por la ventana la calma-chicha en mi mar y los rayos de sol inyectando vida.

jueves, 5 de febrero de 2015

Maraña sentimental





"Quiero volver a tierras niñas; 
llévenme a un blando país de aguas. 
En grandes pastos envejezca 
y haga al río fábula y fábula. 
Tenga una fuente por mi madre 
y en la siesta salga a buscarla, 
y en jarras baje de una peña 
un agua dulce, aguda y áspera."



                          Gabriela Mistral 










En mitad  de  gotas  de agua que humedecen mis escamas y de  arena blanquecina adherida a mis pies, medio camino, medio navego, enredada entre las bravías olas y los bajo cero grados terrestres. Anhelo la calidez de una taza de té,  de una calentita manta y una chimenea ardiente, todo muy canicular.


Comienzo fase de reposo-letargo invernal.  Avisto como la tranquilidad  llama a la puerta y empieza a invadir los rincones de mi anémona. Entre las reliquias y las burbujas del champán, busco un peine, para desenmarañar los enredos subyacentes en mis aguas y disfrutar al cien por cien de la paz reinante.


Es increíble el poder de cicatrización que posee el alma. Como si de una araña se tratase, urdiendo los tejidos con hilo de cariño y aguja de mimarte. Avisto tras este embrollo pasajero la llegada de la placidez y el sosiego. El cese del oleaje y el reposo de los copos de nieve sobre el suelo.


Peinando los restos de los desarreglos. Abriendo los brazos a la hibernación venidera.


Escribiendo en calma chicha desde el Punto Nemo.