jueves, 29 de mayo de 2014

Entumecimiento dactilar





Escribiré un libro,
inventaré un mundo,
le robaré el tiempo al tiempo
y te lo dedicaré a ti.









Escribo, cada vez con más espacio de tiempo entre cada palabra. Cada vez que me siento a mirar el teclado, la primera tecla sentenciada por la vista, (queriendo, o porque el inconsciente dirige hacía allí mi mirada) es la barra espaciadora. La miro y la detesto a la vez que siento necesidad de verla ahí presente. Me recuerda a todos los espacios que dejo sin hacer lo que quiero, lo que prefiero, lo que me gusta, no por falta de ganas, sino de tiempo y de entumecimiento de la punta de los dedos.

Aún así, escribo. A veces desde mi mente mientras permanezco ocupada en otra tarea, sobre todo si es rutinaria. Mientras la realizo, mi mente escribe en ese momento y, esos son los mejores escritos que tengo. Los que no soy capaz de recordar después de haberlos leído, porque mi mente casquivana los resetea para dejar hueco.

Escribo desde mis sueños más esquivos, aunque cuando vuelvo del mundo onírico, deje allí postrada toda esa cantidad de papel escrito.

Escribo desde mi anémona en papel mojado. Es la forma ideal de plasmar cada sentimiento sin que nadie sea capaz de volverlo a leer.

A pesar de luchar contra la falta de tiempo, escribo porque me siento, porque me encuentro conmigo aquí,  enfrente y,  me veo, me leo y me critico. Me aconsejo y me desdigo, incluso, a veces me maldigo. Al final me ensancho al saber que, de una forma u otra, me han leído.


 No puedo más que dar las gracias infinitas, por compartir su tiempo con el mío.

lunes, 19 de mayo de 2014

Cuestionándome


"Si miré en un cajón pero no había nada 
si me quise esconder en medio de la nada 
si ya nadie me busca si ya nadie me encuentra 
si se acaba el camino me daré media vuelta 
si no hay pan para hoy Dios dirá mañana 
si no encuentro fronteras pero si aduanas 
si se marchó la suerte en la última jugada 
será que no llevaba las mejores cartas". 

                                                La Quinta Estación







¿Alguien conoce la sensación del frío interno mientras te abrazan?, de repente, todo lo que se había ido colocando con esmero en cada estante del alma, empieza a desordenarse, a desmoronarse. Acaba haciendo que aparezcan los interrogantes. ¿Estoy realmente viviendo lo que estoy sintiendo?. Aparecían de nuevo ante mí los fantasmas que me hacían nuevamente cuestionarme, intentar entender esta forma de vida, este camino.

Si no nos esforzásemos tanto en comprender la vida, todo sería una celebración; pero, ¿quién es capaz de no intentar comprenderla?  Yo no.  Y no porque eche la vista atrás con más asiduidad,     ( quizás tenga  más tramo por detrás que por delante, quizás no, pero ese tramo soy yo); no porque me sienta, que me siento, cada día más mayor, sino porque me siento yo.

Si no miro hacia atrás, aunque sea un contrasentido, tropezaré. Y, si miro sólo hacia atrás, tropezaré sin duda. Ahí está el callejón sin salida, donde conviven la tragedia y la comedía.

Y, de ahí, que procuremos dibujar e incluso a veces, desfigurar el pasado a nuestra conveniencia, para asirlo mejor y, al menos estar seguros de él, para acabar confundiendo lo que soñamos o imaginamos, con lo que vivimos. Es la mejor manera de contar nuestra historia como un relato claro.


En su cabeza una bomba


                                               " La Tortuga Tomasa está a punto de explotar"
                                                



Siempre hubo clases, aunque al nombrar la palabra se acabe cayendo de una forma inconsciente en el clasicismo, la realidad acaba enseñando incluso, aquello que no queremos ver. Y, cuando comienzo así este escrito, no me refiero en absoluto, (por si a alguna mente retuerta se le pasaba por la imaginación),  al significado materialista y vulgar de la palabra en sí ( pobre, rica, media…).

Siempre hubo clases de personas  y, a buen entendedor, pocas palabras bastan. Entre uno de esos grupos que surgirían de ese grupo principal,  estaba ella. Destacada en su vasta  feminidad, en su afán por destacar en cualquier  parte . Llama la atención, no por lo que ella pretende sino por un efecto colateral a su ansia de distinción.  Cada vez que la veo, acude rápidamente a mi mente como asociación, la figura de Atila pisando la hierba que no volvería a crecer más.

Debía tener algún tipo de entuerto dentro de esa mente, que acababa haciendo de los sencillos raciocinios,  verdaderos entuertos. Mataría sin pudor,  por tener la vida de muchas personas que la rodean, o al menos, parte de ellas. Le encantaría ser un recortable  en el cuál se pondría un poco de cada parte, un poco de cada vida y tiene el autoconvencimiento que de éste modo sería la mujer más feliz que ha pisado la tierra.

Algunas veces me he acercado con la intención de echar una mano en lo que se pueda y, he salido más que escaldada de semejante planteamiento elevado a “n” factorial.  En otro momento de mi vida, en que me apasionaron las matemáticas, me hubiese puesto manos a la obra.  A día de hoy, como que una ya no tiene la testa para ruidos ni las ganas.  La veo, cada vez más y más perdida en sus cuentas infinitas y pienso cuánto le falta de tiempo y de números a esa cabeza, para que un “click”  encienda la mecha y la detonación haga presencia.

Me apena presenciar el atisbo de una psicopatía en toda regla. Pensaré en qué hueco me meto antes que explote la bomba. Comienza la cuenta atrás…..