lunes, 20 de octubre de 2014

Así estoy yo



Extraño como un pato en el Manzanares, 
torpe como un suicida sin vocación, 
absurdo como un belga por soleares, 
vacío como una isla sin Robinson, 

oscuro como un túnel sin tren expreso, 
negro como los ángeles de Machín, 
febril como la carta de amor de un preso..., 

Así estoy yo, así estoy yo, sin ti. 



Terminó el verano, comenzó el Otoño, y con el final de los días de ocio, llegó el final de lo que hasta entonces había sido la rutina. En un abrir y cerrar de ojos la casa quedó muda, sin risas, sin quejas ni comentarios sobre las desgraciadas noticias de cada día. Tan sólo queda el ruido seco de las obras de al lado, que rompen el silencio de mi anémona.

Como el habitáculo he quedado yo, en silencio, recorriendo cada rincón, cada estancia vacía. No quiero que un ápice de tristeza se apodere de mí en lo más mínimo. Me niego a sentir lo que no quiero ni debo. Pero a pesar de todo, tengo que reconocer que me siento extraña y casi fuera de lugar, como en la canción de Sabina. Se rompe una rutina que parecía tan sencilla, y de repente todo requiere su tiempo hasta que se vuelve a colocar en su sitio, incluida el alma de la que aquí rubrica.

Debo quedarme con lo bueno de cada día, con la esencia de la etapa vivida, con el resultado final de estos meses de sumas. Mientras apuro el caliente té, me recreo en los momentos vividos ya pasados. Abro los ojos y me cuesta creer que hoy vuelve a ser el mismo día que hace ya muchos fue. Sé que no me costará mucho reincorporarme a las formas de aquellos días.

Desde este silencio debo darte las gracias por el amor y la compañía. Debo decirte que te echo de menos. Debo confesarte que me alegro y mucho por todo.

martes, 3 de junio de 2014

Boris..mon amour


Llegaste a mí con una bocanada de esperanza. 
Llenaste mis días con alegrías.
Conseguiste ganarte mi corazón y mi alma
Y me dejaste sola de nuevo, como estaba cuando llegaste.
-¿Dónde estás peluche de mi vida?
En mi interior habitas, en mis recuerdos.
Es la forma de llevarte siempre conmigo.








Llegó a mi vida casi sin avisar, al mismo tiempo que el verano empezaba a hacer acto de presencia. Llegó en un momento crucial. Era una pequeña bolita de pelo gris en mis manos. Un osito en toda regla, eso fue lo que hizo que se llamase así.
Aquel peluche con vida, era capaz de convertir en alegrías todas las penas acumuladas durante el día. Perdía a chorros al ser más importante en aquellos momentos en mi vida, veía a mi madre postrada en una cama contando sus últimos días de vida y, él hacía que mi interior se llenase de calma con su tacto suave y su mirada amarilla.

Creció de forma muy graciosa, tenía unas patas tan largas que le hacía torpe hasta para subir las escaleras. Era mimoso hasta la naúsea y dormía en una colchoneta abrazado a un osito de peluche a modo de mascota. Creció, creció y compartió los cambios hasta llegar a convertirse en mi niño peludo. Acabó siendo el confidente de mis sueños y el pañuelo de mis lágrimas.

Y de la misma forma que vino, se fue una mañana cuando se acababa el verano y el otoño comenzaba. Se fue y sorprendentemente comprobé que jamás había llorado tanto por una persona como lloré por él. Han pasado ya diez años desde que Boris me dejó. Aún me sigo encogiendo cuando veo sus fotos y sigo derramando lágrimas cuando hablo o escribo de él. Y, es que, en el fondo, Boris siempre ha estado aquí, como todos aquellos que se fueron y que quise. Está en mi recuerdo y eso hace que de un modo, siga vivo para mí.

Le debía un escrito al peluche de mi vida.

Este es tuyo Boris.

jueves, 29 de mayo de 2014

Entumecimiento dactilar





Escribiré un libro,
inventaré un mundo,
le robaré el tiempo al tiempo
y te lo dedicaré a ti.









Escribo, cada vez con más espacio de tiempo entre cada palabra. Cada vez que me siento a mirar el teclado, la primera tecla sentenciada por la vista, (queriendo, o porque el inconsciente dirige hacía allí mi mirada) es la barra espaciadora. La miro y la detesto a la vez que siento necesidad de verla ahí presente. Me recuerda a todos los espacios que dejo sin hacer lo que quiero, lo que prefiero, lo que me gusta, no por falta de ganas, sino de tiempo y de entumecimiento de la punta de los dedos.

Aún así, escribo. A veces desde mi mente mientras permanezco ocupada en otra tarea, sobre todo si es rutinaria. Mientras la realizo, mi mente escribe en ese momento y, esos son los mejores escritos que tengo. Los que no soy capaz de recordar después de haberlos leído, porque mi mente casquivana los resetea para dejar hueco.

Escribo desde mis sueños más esquivos, aunque cuando vuelvo del mundo onírico, deje allí postrada toda esa cantidad de papel escrito.

Escribo desde mi anémona en papel mojado. Es la forma ideal de plasmar cada sentimiento sin que nadie sea capaz de volverlo a leer.

A pesar de luchar contra la falta de tiempo, escribo porque me siento, porque me encuentro conmigo aquí,  enfrente y,  me veo, me leo y me critico. Me aconsejo y me desdigo, incluso, a veces me maldigo. Al final me ensancho al saber que, de una forma u otra, me han leído.


 No puedo más que dar las gracias infinitas, por compartir su tiempo con el mío.

lunes, 19 de mayo de 2014

Cuestionándome


"Si miré en un cajón pero no había nada 
si me quise esconder en medio de la nada 
si ya nadie me busca si ya nadie me encuentra 
si se acaba el camino me daré media vuelta 
si no hay pan para hoy Dios dirá mañana 
si no encuentro fronteras pero si aduanas 
si se marchó la suerte en la última jugada 
será que no llevaba las mejores cartas". 

                                                La Quinta Estación







¿Alguien conoce la sensación del frío interno mientras te abrazan?, de repente, todo lo que se había ido colocando con esmero en cada estante del alma, empieza a desordenarse, a desmoronarse. Acaba haciendo que aparezcan los interrogantes. ¿Estoy realmente viviendo lo que estoy sintiendo?. Aparecían de nuevo ante mí los fantasmas que me hacían nuevamente cuestionarme, intentar entender esta forma de vida, este camino.

Si no nos esforzásemos tanto en comprender la vida, todo sería una celebración; pero, ¿quién es capaz de no intentar comprenderla?  Yo no.  Y no porque eche la vista atrás con más asiduidad,     ( quizás tenga  más tramo por detrás que por delante, quizás no, pero ese tramo soy yo); no porque me sienta, que me siento, cada día más mayor, sino porque me siento yo.

Si no miro hacia atrás, aunque sea un contrasentido, tropezaré. Y, si miro sólo hacia atrás, tropezaré sin duda. Ahí está el callejón sin salida, donde conviven la tragedia y la comedía.

Y, de ahí, que procuremos dibujar e incluso a veces, desfigurar el pasado a nuestra conveniencia, para asirlo mejor y, al menos estar seguros de él, para acabar confundiendo lo que soñamos o imaginamos, con lo que vivimos. Es la mejor manera de contar nuestra historia como un relato claro.


En su cabeza una bomba


                                               " La Tortuga Tomasa está a punto de explotar"
                                                



Siempre hubo clases, aunque al nombrar la palabra se acabe cayendo de una forma inconsciente en el clasicismo, la realidad acaba enseñando incluso, aquello que no queremos ver. Y, cuando comienzo así este escrito, no me refiero en absoluto, (por si a alguna mente retuerta se le pasaba por la imaginación),  al significado materialista y vulgar de la palabra en sí ( pobre, rica, media…).

Siempre hubo clases de personas  y, a buen entendedor, pocas palabras bastan. Entre uno de esos grupos que surgirían de ese grupo principal,  estaba ella. Destacada en su vasta  feminidad, en su afán por destacar en cualquier  parte . Llama la atención, no por lo que ella pretende sino por un efecto colateral a su ansia de distinción.  Cada vez que la veo, acude rápidamente a mi mente como asociación, la figura de Atila pisando la hierba que no volvería a crecer más.

Debía tener algún tipo de entuerto dentro de esa mente, que acababa haciendo de los sencillos raciocinios,  verdaderos entuertos. Mataría sin pudor,  por tener la vida de muchas personas que la rodean, o al menos, parte de ellas. Le encantaría ser un recortable  en el cuál se pondría un poco de cada parte, un poco de cada vida y tiene el autoconvencimiento que de éste modo sería la mujer más feliz que ha pisado la tierra.

Algunas veces me he acercado con la intención de echar una mano en lo que se pueda y, he salido más que escaldada de semejante planteamiento elevado a “n” factorial.  En otro momento de mi vida, en que me apasionaron las matemáticas, me hubiese puesto manos a la obra.  A día de hoy, como que una ya no tiene la testa para ruidos ni las ganas.  La veo, cada vez más y más perdida en sus cuentas infinitas y pienso cuánto le falta de tiempo y de números a esa cabeza, para que un “click”  encienda la mecha y la detonación haga presencia.

Me apena presenciar el atisbo de una psicopatía en toda regla. Pensaré en qué hueco me meto antes que explote la bomba. Comienza la cuenta atrás…..


jueves, 20 de marzo de 2014

Adiós princesa, adiós....



" Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va.
Cuando un amigo se va y, va dejando una huella
que no se puede borrar.

Ese vacío que deja el amigo que se va,  
es como un pozo sin hondo imposible de llenar."









Miraba fijamente aquel queso hecho de plastilina casi perfecto, a su lado un cuadrado rosáceo imitando al jamón de york , huevos y barras de pan perfectamente colocadas. –Quiero un trozo de queso, tres huevos y una barra de pan- Le decía mientras levantaba la vista y la veía allí dispuesta a cortar con una tijerita los trozos de plastilina que le pedía. Miraba su pelo rubio, liso y largo como el de una princesa de cuento. Los dedos de sus manos, finos y largos. Utilizaba su mano izquierda, cosa que me encantaba porque la hacía diferente.  Sus pecas asomando por encima de su nariz. –Áquí tienes, son 20 pesetas-. Sus ojos tenían calma al igual que su voz. Recogía mi compra y me iba, y al girarme, la veía con su mano y su sonrisa, diciéndome adiós.

Cada vez que evoco recuerdos de ella, el primero que acude a mi cabeza es ese, seguido de un sinfín de momentos, de los cuales, la gran mayoría, tengo que decir, que provocan una sonrisa en mí.

Hacía mucho tiempo que no la había vuelto a ver, hasta que me enteré que había recibido una misión del reino de los cielos, la de bajarse en una estación diferente a la nuestra, una estación inminente,  no esperada, ni querida  por los que vamos en este tren de esta incomprensible vida. Acudió a mí la imagen de aquella princesa despachándome  queso de plastilina y un resorte me hizo levantarme del asiento y correr al vagón donde ella viajaba por poco espacio de tiempo.

Hice todo lo que pude, luché un día tras otro contra la impotencia de intentar detener aquel tren. Pero la vida sigue y el tren no se detuvo. Amanecía cuando le daba un beso y me resignaba a verla bajar del vagón. Sin tiempo de reacción el tren se puso en marcha. Cerré mis ojos y volvieron a mí de nuevo todas las imágenes de siempre,  su pelo, sus pecas, su sonrisa, nuestras vivencias, nuestra ultima conversación a solas hace unos meses y al final de todo, su mano diciéndome adiós.

Rueda una lágrima por mis mejillas mientras me despido en silencio…

Adiós princesa, volveremos a vernos.

viernes, 28 de febrero de 2014

Carnaval Carnal





He descolgado el traje que, desde hace tiempo, cuelga de la percha. Cada día que pasaba por delante de su compostura, me quedaba anonadada mirándolo, el recargado que portaba, hacía un efecto colateral con subida de presión arterial incluida. Contaba los días con los dedos de las manos y, me resistía a probármelo como el que se resiste a la  arrebatadora seducción . Me gustaba saborear ese gusanillo que corría por dentro esperando que llegase el deseado día.

Hoy ya no aguantaba más. He tenido que arrancarlo de la percha,  con una mezcla que nadaba entre el gusto y ese tembleque que se aloja en las piernas y hacen que flaqueen  en los momentos menos oportunos. He embutido mi cuerpo en el vestido notando como se erizaba mi piel con su tacto.  He ajustado los cordones que colgaban del corpiño, sintiendo una presión sistólica un poco más elevada de  lo habitual.  Bajo las enaguas de la inmensa falda, he colocado unas sofisticadas a la par que picantes medias blancas con puntillas de muérdeme sin tocarme.  He acoplado la máscara a mi cara, cubriéndola casi por completo y me he hallado inmersa sin quererlo, en mi propio Carnaval.

Tras varias vueltas sobre la falda, ha hecho acto de presencia la falta de riego sanguíneo  provocada por el maldito corset y la falta de aire provocado por la curiosa máscara.  He caído sumida en un cuasi mareo contra el esponjoso suelo de la anémona.  En esa  intensidad efervescente, las faltas de ambas cosas han provocado un extasiado duermevela que parecía no tener fin.  Una vez despierta, me ha costado Dios y ayuda,  despojarme de las carnales vestimentas.
Deseando pasear por las calles de Venecia entre apneas y extrasístoles.



lunes, 27 de enero de 2014

Pereza pretenciosa




Hurga a través de mi interior
haciéndome mirar hacia dentro,
virando, navegando en derredor
intentando averiguar el barlovento,
un cansancio intempestivo y lenguaraz
recorre sin permiso éste mi cuerpo,
fugaz, desde estribor a babor.
Me resiento.

Realizo una escala en mi mar
para averiguar la longitud de fondeo
y presiento la necesidad de levar,
pues la línea de crujía de mi cuerpo
esta pereza lo pretende gobernar.
Reniego dejarme a la deriva arrastrar
por tan insolente pirata del desvelo.
Me revuelvo.

Busco con mi catalejo horizonte certero
donde mis escamas poner a reposar,
sacar mis botas de caminata a la par,
y recorrer sin indolencia ni apatía
de cabo a rabo la tierra y el mar.
Saco los aparejos y velas mando levar,
Brújula en mano, papel y tintero,
Vuelvo a la escritura desde mi lugar,
Ya sabéis que lucho desde el Punto Nemo.
Me renuevo.






martes, 7 de enero de 2014

Pasó la Navidad



Por fin terminaron las tediosas fiestas navideñas. Ha comenzado un nuevo año en el cual nada más abrirse la puerta, ya nos han empezado a camelar con cifras irrisorias sobre la economía y el paro. La verdad es algo que nos gustaría creer, pero que no se lo creen ni los del cociente intelectual inferior a sesenta. Empezamos bien tras la mordida al roscón .

Navidades encantadoras en las que miles de familias nadaban en la pobreza y otras tantas se sumaban a las desdichas y desgracias del panorama nacional. Niños cenando en comedores sociales sujetando con sus pequeñas manitas las doce uvas mientras desean, no una consola o una muñeca, sino un hogar, un digno hogar. Lágrimas de desesperación e impotencia viendo como se ha ido medio mundo a la deriva mientras, parte del otro mundo se niega a reconocer dichos hechos ( imagino que de ese modo no les remuerde tanto la conciencia).

Volví a brindar (aún así) `por un año mejor. Escribí de  nuevo una carta a los Reyes esos de Oriente, pidiendo paz y trabajo digno para todos. Comí el roscón recién hecho y cuando estaba duro, tirarlo sería un sacrilegio imperdonable. 

A cambio de esto, he pasado, debo confesar, por una gymcana  de sorpresas de lo más agradable.
Por una carta con cuatro frases en la que se resume todo el amor que se puede recibir y dar.
Por unos abrazos y besos que, como la Mastercard, no tienen precio.
Por quedarme sin poder disfrutar de mi mar Mediterráneo (de momento).
Por minutos inolvidables y horas irrepetibles.

Feliz año a todos.