Ese fue el día que hice lo más importante en mi vida. El
día en que hubo un punto de inflexión y la curva que crecía y decrecía se
torció tirando así por el suelo todas y cada una de las ecuaciones hasta ese
momento descifradas. A partir de ese eje, comenzó una curva ascendente sobre la
cual comenzó a girar como una rueda, mi vida.
Empezaron a tomar sentido muchas cosas que anteriormente no lo tenían y
empezaron a dejar de tenerlo, otra serie de cosas que hasta aquel momento se
habían adueñado de la importancia. Ese seis del seis es lo único que volvería a
repetir incesantemente si tuviese que volver a vivir una y otra vez lo vivido.
Lo miraba
como si fuese a gastarse y no pudiese verlo más. Me parecía un milagro tener en mis brazos una
parte de mí. Sonreía y hacía que todo lo
desagradable que me había rodeado hasta entonces desapareciese como por arte de
magia. El cómplice de mi vida había
llegado justo ese día, y desde ese momento supe que todo o al menos casi todo,
era posible. Mi fuerza se multiplicó por
más de veinticuatro para afrontar cualquier situación venidera. Ahora sabía que
junto a él, todo sería más fácil y más difícil a la vez.
Lleva trece
años a mi lado. Trece años prácticamente solos, unidos, ayudándonos a superar todos
los obstáculos. Trece años bañándome en su inocencia y él en mi experiencia.
Aprendiendo de él cada día mientras le enseño lo dura e incomprensible que es a
veces ésta vida que tenemos. Riéndonos de nuestra propia sombra a cada paso.
Disfrutando de su compañía cuando le tengo a mi lado. Y aderezando casi todo
con la sinfonía del buen humor, que se ha hecho imprescindible en nuestras
vidas.
Picasin ha
sido, es y será el motor de mi vida. La fuerza necesaria para infligir movimiento
cuando todo parece llegar a detenerse.
Mi compañero de fatigas, de risas y llantos. Mi hijo que no mi
amigo. Mi vida desde hace trece años.
Todo eso es lo que celebramos cada año cuando llega el seis del seis.
Feliz Cumpleaños hijo mío.